Es hora de afrontarlo: la sexualidad en la tercera edad sigue siendo un tema tabú. Los veinte o treintañeros no le damos vueltas, y muchísimo menos los adolescentes a qué nivel de deseo sexual tendremos cuando alcancemos la vejez. Tal vez, a partir de los 40 o los 50, al empezar a notar que el paso del tiempo también afecta a tu cuerpo, incluyendo la temida menopausia, aparecen planteamientos sobre esa parte de nuestra vida con miras a futuro. Que el pulso sexual varía a lo largo de nuestra vida no es ningún secreto, pero una de las cosas que más tendemos a obviar es que sí (buenas noticias para todos): la tercera edad también tiene apetito sexual.  

Lo cierto es que los más mayores fueron sometidos a los prejuicios derivados de la situación social en la que se encontraban en plena ebullición hormonal, donde la norma era la castidad y la desinformación, y eso dificulta aún a día de hoy que muchos de ellos saquen el tema o lo vean como algo embarazoso. Ayuda el hecho de que haya habido un enorme salto generacional en el panorama de la libertad sexual y la superación de tabúes, pero la sexualidad en la tercera edad aún no nos preocupa por lo ajeno que nos resulta.

Puede ser cierto que el cuerpo al llegar a la vejez puede perder parte la fuerza, energía o tersidad propia de la juventud, lo que a priori puede ser un gran inconveniente para la cama, pero también existe un error fundamental que es creer que el sexo se limita exclusivamente a la penetración.

Lo cierto es que (como se ha repetido hasta la saciedad), esto se trata de un error tremendo de concepción mantenido a lo largo de la historia y transmitido de padres a hijos. Es innegable es que el sexo abarca mucho más en la búsqueda del placer, y este se obtiene a través de ciertas estimulaciones de zonas sensibles que seguramente no hayan perdido su facultad, y no exclusivamente a través de la penetración propiamente dicha.

Espaldas de una persona de tercera edad mirando de espaldas.

La única pega de todo esto es que al juntar a personas sexualmente activas que no tienen que preocuparse del riesgo de embarazo, y probablemente con una pobre educación sexual, las enfermedades de transmisión sexual o E.T.S. campan a sus anchas en los centros de mayores. Si para una persona joven ya es un importante motivo de preocupación, en una persona anciana, más debilitada y expuesta ante todos los sentidos, puede elevarse a niveles peligrosos.

Esto se suma a la lista sobre la pelea eterna del tabú sexual, siendo un tema como este únicamente favorece la desinformación y la frustración individual, además de la propensión a exponernos ante riesgos innecesarios como el no usar preservativo. Independientemente de esto, es importante recordar que al llegar a la vejez las personas siguen siendo eso, personas, con sus pulsiones, deseos e instintos, y hacer ascos o directamente negar la existencia de la sexualidad en la tercera edad es negar la nuestra propia en el futuro.

En el futuro, a medida que nuestras generaciones, -menos reprimidas y más sexualmente abiertas en su mayoría- envejezcan, se empezará a naturalizar la vida sexual de los mayores y a dar más visibilidad al asunto. Quizás deba ser un tema más abordado o del que se diese más información, para que nuestros mayores -y nosotros en un futuro no tan lejano- puedan disfrutar de su libertad sexual en la tercera edad, y dejar de negar una realidad absoluta como esa.

Foto: María de los Ángeles Rodreúa Wix 

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