Hace unas semanas publicaba en estas mismas páginas un artículo titulado Niños pornográficos. No sé si lo recuerdan. En él mencionaba los graves riesgos, de diferente índole y consideración, a los que se enfrentan los niños y jóvenes que acceden a la pornografía, particularmente a la pornografía violenta en Internet. Y sabemos que tal cosa comienza a los 8 años en España.
Algunas personas me han comentado posteriormente ¿Y las niñas? ¿Las mujeres no ven pornografía? Hoy quiero hablar de ellas porque si bien las chicas parece que ven menos porno que los chicos, estas sufren las consecuencias de que aquellos lo vean más. A la postre, ellas son las que se comen “el marrón”.
La inmensa mayoría de los padres y docentes no se imaginan, por un momento, lo que está pasando y las consecuencias de todo ello en un futuro próximo. O, tal vez, no quieren imaginárselo por el ‘flipe’ que tal cosa supondría. Progenitores y vástagos van, en este ámbito, por caminos separados. En generaciones anteriores, en lo que concierne a estos asuntos sexuales, siempre ha ocurrido, pero ahora es ‘a lo bestia’.
En efecto, los datos disponibles indican que las chicas ven menos vídeos pornográficos y dedican menos tiempo a ello. Sin embargo, la proporción se va igualando a medida que sube la edad y, cuando hay una relación de pareja, con frecuencia el visionado lo hacen ambos conjuntamente, a modo de tutorial. En España, la edad media de inicio en la pornografía a través de internet es a los 11 años y ⅓ de los niños/as de entre 10 y 14 años lo hacen. Otros estudios dicen que cerca del 90% de los niños de entre trece y catorce años ya ha visto porno de forma voluntaria.
¿Hacia dónde vamos? Un trabajo realizado con chicas y chicos suecos de 16 años, concluye que casi todos los niños, (96%) y el 54% de las niñas habían visto pornografía. Otra investigación hecha en Australia, nos ofrece mayores porcentajes en el consumo de las chicas: 53,5% a los 12 años y 97% a la edad de 16 años.
La falta de educación sexual endémica en nuestro país, obliga a nuestros niños y jóvenes a buscar respuestas a sus inquietudes e intereses sexuales legítimos en internet, topándose (o lo buscan) inevitablemente, con películas porno violentas -a tenor de que es lo que más abunda en la red, de manera gratuita, a cualquier hora del día o de la noche- razón por la que las consecuencias pueden ser insospechadas. Algunas las conocemos sobradamente. Basten unos ejemplos.
Un estudio de una ONG británica reveló conductas sexuales inadecuadas en niños y niñas. 1) Una niña de 11 años participaba en sesiones sexuales a través de la webcam. 2) Un chico de 12 años fue juzgado por violar a una niña de 9 tras estar viendo porno duro en la red porque, dijo a la policía, “quería sentirse mayor”. 3) Chicos de 14 y 15 años fueron convocados a través de una red de mensajería para participar en la violación grupal de una niña pequeña. 4) Otros artículos indican un aumento de lesiones anales en jovencitas por ser obligadas por sus novios a coito anal para emular las prácticas sexuales que había visto en las películas. 5) En ese estudio, se señalaba que los niños perciben que las niñas con poca ropa, merecen ser violadas y que la violencia contra las mujeres es aceptable. 6) Una madre, mientras le llevaba la merienda a su habitación, descubrió a su hija haciéndole una felación a su vecinito mientras jugaban. 7) Un padre descubrió que su hijo accedía a paginas porno a través de su propio movil al comprobar que este tenía un virus asociado al consumo en estas webs.
Y ciertos estudios nos indican que a ellas no les gustan muchas cosas de las que ven, pero, lo hacen, porque él quiere, por no perderlo o evitar que se enfade. Igual ocurre cuando hay que poner en practica lo que han visto en los films. Las realizan por él.
Si ampliamos nuestro objeto de análisis, hay una coincidencia en diferentes investigaciones en constatar un aumento significativo de adicciones al consumo de porno en varones, que acaba sufriéndolo la mujer. Hay decenas de ellas que prueban esto que decimos: El hombre evita las relaciones con su pareja ya que, a menudo, acostumbra a masturbarse con los vídeos porno y/o acudiendo a la prostitución para satisfacer sus deseos, cada vez más “especiales”, con prácticas sexuales que no puede realizar con su mujer porque, les parecen muy fuertes o que, con ella, tiene disfunción eréctil y ya no le excita.
A menudo esta crisis acaba en separación. Una de las características de la adicción al porno radica en que el varón necesita más tiempo viendo porno para excitarse y/o más películas cada vez más duras y violentas, para conseguir ese nivel de excitación sexual que requiere imperiosamente para tener una erección.
Y esto ya pasa en jóvenes. Xavi de 17 años nos decía que: «Ir de putas es muy fácil, no tiene riesgos de rechazo, es económico, comparado con una cena con una potencial novia. Además, con la puta puedes hacer y pedir lo que quieras, todo lo que has visto en el porno, sin problemas, por unos cuantos euros. Con la novia no».
Cuando se utilizan los conocimientos y las prácticas que el porno violento ofrece y, sobre todo, en ausencia de educación sexual científica y profesional, pasa lo que pasa. No nos engañemos. La relación sexual que nos ofrece el porno violento, se convierte en el paradigma del dominio del hombre sobre la mujer y, enseña a menores y a jóvenes, el modo y la manera de cómo la chica debe plegarse a los deseos del varón puesto que, él, es el que manda. Ella debe someterse ya que, además de que debe hacerlo por ser mujer, en el fondo, disfruta con ello. Y algunos lo llevan a la práctica.
Esta es la máxima perversión del mensaje que envían las películas pornográficas a los niños y jóvenes, que las ven muy a menudo y que, tal vez, podría contribuir a explicar algunas de las agresiones sexuales a mujeres y niñas, que nos cuentan los medios de comunicación todas las mañanas, provocando que el desayuno se nos atragante.
Pues bien, estas son solo algunas de las consecuencias de dejar la educación sexual en manos de la pornografía violenta. Hace falta una educación sexual que evite una generación de niños y niñas pornográficos. Porque vamos por ese camino.
José Luis García es Dr. en Psicología, especialista en Sexología, y autor del libro “Sexo, poder, religión y política” en Navarra, editado por Amazon.