Catalina

Catalina: el sexo como arma de rebelión

“Feminista, libertaria y antiacademista”. Así define Cristina Morales la adaptación de su libro Catalina al teatro. Un homenaje a la sexualidad abierta y sin tapujos, expuesto públicamente sobre las tablas del teatro. Un llamamiento al público para la rebelión social y política expresado con la visualización real de la lívido en su punto álgido y como máxima expresión de libertad y placer humano.

Catalina
Cartel promocional de Catalina. Fuente: eldiario.es

Cristina Morales es una escritora que, con 20 años, escribió el libro Catalina. Nana para acunarse una misma, origen de la obra que se ha llevado hasta el teatro con la ayuda de la asociación Iniciativa Sexual Femenina y de la mano de las bailarinas Élise Moreau y Elisa Keisanen. Mediante la danza contemporánea aprendida en el centro social autogestionado Can Vies de Barcelona, Catalina pretende hacer reflexionar al público con la exposición de un arte autogenerado que no está sujeto a ninguna escuela o academia de danza, lo que hace a esta obra única y rompedora.

«Queremos experimentar la danza al margen de algunas normas imperantes, ver qué sucede», afirma Élise para el diario Público. La danza adopta la forma de arma contra los convencionalismos al enfrentarse a la enseñanza clásica de la danza contemporánea. Además, Catalina quiere cambiar los cánones de lo que se considera digno de ser representado y de lo que es bello para el arte poniendo frente al espectador imágenes bizarras y experimentales.

Las artistas definen a Catalina como “la diosa del placer y sus consecuencias”. “Es una parte de mí necesitada de consuelos y de afectos, pero también de cierto ardor”, confesaba al diario su autora. Y es que rápidamente uno se da cuenta de que no es una obra cualquiera, sino que es una representación explicita de la sexualidad humana. La propia Cristina recalca que el sexo es una parte imprescindible en su vida y que se masturba durante la preparación y el calentamiento para la obra porque “la sexualidad, el sexo y la pasión son importantes en mí vida y, por lo tanto, lo manifiesto en la escena”.

Durante la representación se habla de la necesidad de la masturbación y del sexo sin límites. Follarse al pico de una mesa, comerse el pelo, los dedos de los pies, los codos, las lorzas y el cuerpo entero sin dejar ni un solo hueco sin probar. Incitan a las posturas imposibles, describen los pogos en bragas y los cuerpos pendulares sujetos por el coño. Sin ningún tipo de límite a la imaginación.

Las bailarinas profanan sus cuerpos bajo los focos, se frotan unas contra otras y no reprimen sus impulsos sexuales en ningún momento. Se observan, se tocan y se desnudan para quitarle también la ropa al miedo a “autosexo”. Movimientos lascivos entre ellas y un ambiente que precisa de mucho respeto, pero de falta de vergüenza para complacer el instinto y la necesidad de practicar sexo. Una obra que crea más preguntas que respuestas y que no deja a nadie indiferente.

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