Es innegable que los besos tienen un poder único para producir sensaciones agradables y placenteras. Sus estímulos pueden llevar a la excitación y al orgasmo; además, poseen múltiples beneficios importantes para nuestra salud física, emocional y psicológica, y activan zonas del cerebro que ayudan a liberar hormonas sexuales incrementando los niveles de satisfacción.
Lo cierto es que los besos son imprescindibles en las relaciones humanas porque permiten expresar emociones y pasiones; pero, también, son un arte en sí mismo, como bien lo reconoce el Kamasutra, pues según dicho texto hindú, los besos pueden dividirse en 22 tipos.
Y, así, en esa búsqueda de innovar y experimentar con los besos, encontramos técnicas milenarias que potencializan nuestras sensaciones como el llamado beso de Singapur.
Dicha técnica sexual tiene sus orígenes en Asia desde hace más de 3 mil años. Se dice que una prostituta de Shangai era famosa por complacer a los hombres con un peculiar movimiento de succión utilizando los músculos de la vagina. Luego, se perfeccionó en Tailandia y, en Japón, las geishas la llevaron más allá al incluir los músculos abdominales. Es conocida, también, por el término árabe, kabazza o pompoir en francés. De hecho, el libro, The fine art of Pompoir (El fino arte del Pompoir) por Denise Costa, ofrece una guía de fitness para la pelvis, incluyendo la historia de dicha técnica y los beneficios de practicarla. Otros, la llaman “tocar la flauta”, pero es popularmente conocida como el beso de Singapur.
La posición idónea para disfrutarla es en la que la mujer se coloca por encima del hombre para mantener el control, el ritmo y realizar pequeñas succiones con la vagina al pene. Si es la primera vez que lo haces, hay formas de ejercitar y fortalecer los músculos pélvicos, algo más o menos como los ejercicios Kegel, o intentar introducir un dedo en la vagina y hacer pequeñas contracciones para sentir el movimiento.
Existen una serie de pasos para hacer más singular este beso:
Entrena el suelo pélvico. Previo a intentarlo con alguien más, puedes practicar para fortalecer el área. Tensa y relaja la musculatura del suelo pélvico en un movimiento como si detuvieras la orina por un momento y luego la soltaras, así varias veces. Hazlo mientras estás sentada en algún sitio contrayendo el suelo pélvico y luego, relaja. Puedes adaptarlo como una rutina de ejercicios que te traerá grandes beneficios.
Inténtalo con tu pareja. Busca la postura que te permita controlar los movimientos, como la posición del molino. Introduce el pene, aprieta, mantén y finalmente, relaja. Hazlo varias veces.
Masajea distintos puntos de su pene. Introduce la punta del pene y haz una contracción con la entrada de la vagina. Luego, introduce el pene hasta la mitad y con una ligera presión lo sacas. Y así, hasta una penetración profunda. Hazlo unas cuantas veces. Más adelante puedes hacer la presión de manera continua pero ya con tu pareja sobre ti, de ese modo se hace más dinámico.
Utiliza el abdomen. Entrena con abdominales hipopresivos, una técnica donde la respiración es el eje central pues se inicia inhalando durante dos segundos y exhalando durante cuatro, unas dos o tres veces, hasta que en la última exhalación expulsas el aire de los pulmones pero mantienes la apnea, abriéndose las costillas y hundiendo el abdomen. Por último, introduce el pene, aprieta y succiona. Eleva el abdomen bajo y mete el ombligo como si quisieras que llegara hacia la espalda. Desplaza la pelvis hacia atrás arqueando la espalda y sacando el pecho.
Puede parecer que es una técnica exclusiva para el placer masculino, con sensaciones parecidas al sexo oral, pero no es así porque, además de que él experimenta y disfruta, es un ejercicio genial para las mujeres pues activa la zona más sensible de la vagina, estimula el clítoris, al haber cierto roce, se facilita la lubricación y puede ayudar a incrementar la duración y potencia de los orgasmos. ¡Prepárate para gozar nuevas sensaciones y dale un giro a tus relaciones y a tu salud!