Si a día de hoy para algunos sectores, salir del armario significa abrazar el pecado, imagínate en los 80. Imagínate eso ampliado por la expansión de un virus que afectaba a prostitutas, toxicómanos, mujeres trans y gays principalmente, arrasando como el castigo divino que perseguía a los portadores de ese pecado llamado VIH.
«It’s a sin» es una serie de HBO que habla sobre los comienzos de esta enfermedad y empieza cuando Ritchie, consciente de que no hay posibilidad de que vaya a dejar a ninguna chica embarazada, lanza al mar una caja de preservativos que le ha dado su padre antes de ir a Londres a vivir la vida universitaria.
Este comienzo, visibiliza algo que se nos olvida con demasiada frecuencia: el preservativo no solo se utiliza como método anticonceptivo, sino principalmente, para evitar infecciones y enfermedades de transmisión sexual, como el VIH.
Tendemos a obviar que el sexo, por placentero que resulte, también conlleva sus riesgos, y éstos van mucho más allá del embarazo. De hecho, entre todas las formas de tener relaciones sexuales, solo hay una práctica que suponga riesgo de embarazo, pero prácticamente todas las que envuelven contacto físico con más personas implican cierto riesgo de contagio de ETS o ITS.
Si la orientación sexual ya está dejando de ser una excusa para discriminar a las personas, ser VIH+ es todo lo contario. A día de hoy, esta enfermedad sigue pasando factura a sus portadores, ya no solo a un nivel físico, sino también a nivel personal. Si no, pregúntate cómo reaccionarías si una persona con la que quieres acostarte te dice que es portadora.
Por suerte, la ciencia avanza. Aunque el método más fiable para evitar el contagio en el sexo es el preservativo, todos hemos echado alguna cana al aire alguna vez, aún corriendo riesgos. También puede darse el caso de que tu pareja sexual sea VIH+, y en esos casos, la solución no es huir despavoridos.
Si alguna vez te has planteado qué harías ante una situación así, es importante comprender su situación antes que alarmarte innecesariamente. Además del preservativo, a día de hoy existen medicamentos profilaxis de preexposición (PrEP) al virus, pensados para evitar contagios en caso de alto riesgo de exposición. Si tu pareja fuese positiva, debido al contacto estrecho, hasta en un beso profundo existe cierto riesgo de contagio cuando, por ejemplo, hay llagas en la boca.
Por otro lado, si has mantenido relaciones sin protección y tienes cualquier tipo de miedo o sospecha, existe una opción que no es fiable al 100%, pero que sí tiene una efectividad elevada. La profilaxis pos exposición (PEP), conocida como la ‘pastilla del día después para el VIH’ puede empezarse hasta 72 horas después de la relación de riesgo, e implica 28 días de estar tomando pastillas bajo supervisión médica.
Por último, y aunque no reemplace un análisis completo de ETS, existe un test rápido de VIH. Este test, que cuesta en torno a 30€ puede comprarse en farmacias sin necesidad de receta, tarda 15 minutos en dar los resultados y tiene una fiabilidad del 99%.
Lo de los análisis rutinarios de ETS debería ser más común. Del mismo modo que con cierta regularidad vamos al médico a que nos hagan una revisión básica, ir a hacerse una analítica de ETS debería ser algo habitual en nuestra vida, especialmente entre las personas que son sexualmente activas y no tienen una relación cerrada.
Todo esto viene a santo de que a día de hoy, aún con todos estos avances y todos los medios de comunicación, parece que el SIDA sigue siendo bastante desconocido: desde su transmisión, hasta sus tratamientos y prevenciones. Ten en cuenta que la información que te damos aquí es muy superficial, y que si realmente tienes dudas, debes ir a consultar la información oficial de sanidad y a hablar con tu médico.