Ariel -el detergente, no la Sirenita- se frota las manos gracias a la cantidad de veces que acudes a sus productos para limpiar esas sábanas acartonadas en las que, sorpresa, te despiertas envuelto de vez en cuando. Las poluciones nocturnas, o esas eyaculaciones involuntarias que te ocurren por la noche, son las causantes de que pongas la lavadora con una sonrisilla culpable y el recuerdo de una buena velada.
Este tipo de amaneceres son habituales tanto en hombres como en mujeres, si bien la expresión del orgasmo masculino suele apreciarse más fácilmente. Esta eyaculación la sexóloga Lara Herrero la asocia a razones fisiológicas, como las causantes de las erecciones espontáneas: «Es algo inconsciente, algo fisiológico, que nada tiene que ver con el deseo». La psicóloga y sexóloga Zoraida Granados recalca esta idea y define esta reacción como una «respuesta condicionada a un estímulo, aunque sea negativo o no seas consciente de la activación que en ti causa«. «Activa tu sistema nervioso y tu respuesta fisiológica de excitación», agrega. De aquí proviene el chorro nocturno cuando se esconde el sol.
Los principales afectados por estas poluciones nocturnas, un término que en la comunidad sexológica no agrada porque puede relacionarse con algo «negativo, de contaminación», son los hombres. En particular, los adolescentes. Herrero destaca la importancia de educar a los jóvenes para que actúen con naturalidad ante esta reacción de su propio organismo: «Hay chicos que aún no se han masturbado, no les han explicado lo que es la eyaculación o el semen y se pueden asustar al ver mojados la sábana o el calzoncillo».
Hombres, mujeres y poluciones nocturnas
Las mujeres, no obstante, también pueden amanecer tras un orgasmo nocturno que ni se esperaban. Ahora bien, Lara Herrero precisa que es menos habitual que durante el sueño masculino y matiza que ocurre a edades más elevadas. Zoraida Granados expresa que en caso de los hombres «la respuesta puede ser automática o demorada, depende de historia previa en masturbación y en educación sexual». En cuanto a ellas, se diferencia entre «Preactivación por estímulos o emociones, o ambas, y la activación en sí, que es más sexual. Desencadena en masturbación, turbación pero se masturba o relaciones sexuales con o sin su iniciativa».
Estas involuntarias alteraciones nocturnas, por tanto, pueden servir como estímulo sexual si la persona afectada despierta y es consciente de la situación. Granados explica que durante la activación la persona puede disminuir el control y existe una «parte lógica», pero se puede cortar este deseo. O, por el contrario, «es la misma situación pero quieres seguir. Por ello aumenta la activación. Que no implica práctica sexual completa, entendida como penetración, sino deseo de compartir, disfrutar».
Este desvelo erótico, en caso de que se produzca con compañía, puede ser frustrante si la otra parte de la cama no se encuentra en la misma situación de deseo. Así lo aprecia Zoraida Granados, quien añade que las poluciones nocturnas femeninas individuales pueden complementarse con recursos como las sábanas, la almohada o, ya puestos, un juguete erótico «para culminar». Una postura en la cama que fomenta este placer nocturno femenino es dormir en posición fetal, pues los genitales se rozan más con la cama y reciben una mayor estimulación sin pasar demasiado calor en verano.
Las poluciones, o eyaculaciones, nocturnas suponen un elemento natural dentro de la sexualidad humana. La complejidad del erotismo implica estas reacciones incontrolables y espontáneas, en esta ocasión en plena noche. Que nadie se asuste: lo único malo que implica es aumentar la frecuencia de lavado de ropa de cama.