Quizás si vives en una cueva nunca hayas oído del poliamor. Sí, esa manera de ver las cosas que propone que puede haber amor más allá del binomio de pareja cerrada que siempre nos han vendido. Nos han criado y educado en el discurso absoluto de que el amor es monógamo y exclusivo, aunque lo cierto es que las personas por mucho que queramos a alguien podemos sentir atracción y deseo hacia los demás, y todos lo sabemos.
Pese a que la monogamia es una opción tan válida como cualquier otra, lo que tenemos que entender es que tampoco es la única forma de tener relaciones. Aún así, lo que parecemos ignorar es que hay un punto común que deberían tener tanto las relaciones basadas en la monogamia y las poliamorosas: la comunicación.
Pero no son todo risas y alegrías en una relación de este tipo, siempre sujeta a malos ojos y miradas peyorativas. A fin de cuentas, todos somos o hemos sido víctimas irracionales de los celos, y la gente que está dentro de una relación poliamorosa no son excepciones.
La solución a este problema es dar una respuesta consciente y racional a esos celos, y todo ello pasa por hablarlo todo con nuestra pareja. Cualquier persona que poliamorosa te dirá lo mismo, la sinceridad es la clave del poliamor.
A medio camino entre la monogamia y el poliamor están las relaciones abiertas. Aquellas en las que una pareja se pone de acuerdo para no contar como infidelidades las relaciones que cualquiera de los dos miembros tenga con alguien que no sea su propia pareja. Puede sonar promiscuo, pero volvemos al punto inicial en el que decíamos que todos somos humanos y todos tenemos pulsiones. Experimentar fuera de nuestra pareja no tiene por que ser malo, siempre que seamos honestos con nosotros mismos y con todas las personas envueltas.
Aún hay más, una pareja monógama y cerrada puede tener curiosidad por tríos e intercambios de parejas y esto -aunque sea una fantasía súper habitual– parece que no está contemplado en muchos sitios y solo algunas parejas se atreven con ello. Hay que tener en cuenta un elemento esencial a la hora de experimentar: no se nos puede olvidar que hay otra persona, con sentimientos y ganas, y que no está ahí exclusivamente para darnos placer a nosotros y a nuestra pareja. Si queremos que alguien satisfaga nuestros deseos, igual el planteamiento tiene que ir enfocado a contratar ciertos servicios. De nuevo, la solución pasa por el consenso, el esforzarse por la comodidad de todos los interesados y la sinceridad, además de las ganas de pasarlo bien.
Hay una lección que quizás sí que se pueda sacar de este tipo de relaciones en las que la sinceridad es la clave, y es precisamente eso: el futuro de una relación depende en un alto porcentaje de nuestra comunicación, y hablar es la única manera de enfrentar los retos y sentimientos negativos que pueda haber. Los celos y los problemas en muchos casos se pueden deber a malentendidos, pero la verdad es que, si no sentimos queridos, también deberíamos sentirnos cómodos para hablar de lo que sentimos para buscarle soluciones. Todo es hablarlo.