Educación sexual: de baby boomers a millenials

Sigue quizás un poco en tela de juicio, más abandonado por la situación en la que estamos ahora, la cuestión de la educación sexual. Lo cierto es que a pesar de que internet ha abierto las puertas a la peligrosa información sexual a través del porno, a los millenials, también nos ha permitido conectar con diversidades sexuales que nuestros padres (seguramente baby boomers) desconocían, aumentando nuestra visión, fomentando la tolerancia y dando paso al amor propio en lo que a preferencias sexuales se refiere.

Adelanto que voy a generalizar el que ha sido mi ambiente: soy millenial, hija de baby boomers bastante progresistas dentro de lo que cabe, y he disfrutado de cierta educación y unas libertades que no todo el mundo tiene ni siquiera a día de hoy.

Viví gran parte de mi adolescencia ignorando una cosa tan básica como que las mujeres también podíamos masturbarnos. De hecho, me había enterado de que los hombres se masturbaban pocos años antes gracias a cierta escena de la película “El lago azul” no muchos años antes.

A día de hoy me escandaliza un poco esa idea. Pero claro, visto desde cierta perspectiva también es extremadamente loable el esfuerzo que han hecho nuestros padres para hacernos avanzar tantísimo respecto a la forma de ver la sexualidad, el amor, y hasta la misma concepción de los cuerpos que tenían sus padres.

Nuestros abuelos, los hijos de la posguerra se criaron con una educación en la que la iglesia católica de la época había metido la mano hasta el fondo, con concepciones tan simplistas como que los hombres y las mujeres no podían estar en colegios mixtos porque las mujeres se masculinizan y los hombres se afeminan. Esa educación defendía una moral católica en la que tanto la mujer debían ajustarse a los cánones por ley y ser el objeto pasivo de los matrimonios y las parejas. El sexo, obviamente solo estaba contemplado después del altar, heterosexual y cisgénero por descontado.

Educación de abstinencia.
La desinformada clase de Educación Sexual de Chicas Malas | Fuente: Odyssey

Todo lo demás, incluyendo la masturbación, la homosexualidad o la transexualidad eran aberraciones perversas. Pero vamos a situarlo, estamos hablando de los años 40. Puede parecer remoto desde ahora, pero no lo es ni por asomo. Todos estos lastres educativos han pasado (quizás en menor medida) a nuestros padres, y a nosotros a través de ellos.

La generación que nos precede, los benditos baby boomers se comieron toda la transición con sus luces y sus sombras. Se liberó un poco la mente, sí, pero para ellos un tema que a día de hoy puede estar bastante aceptado -aunque aún queda por hacer- como el de la transexualidad se les sigue atragantando un poco, y eso que temas como la homosexualidad si que lo han naturalizado un poco mejor. De todos modos, quizás sean solo los baby boomers más cercanos a mi entorno, pero parece que en su cabeza se sigue manteniendo la idea de que dentro de una pareja homosexual tiene que haber símiles a una pareja hetero: una figura masculina y otra femenina. No termina de calar a fondo que a las lesbianas les gustan las mujeres a secas y a los gays les gustan los hombres a secas, el que se ajusten más o menos al estándar cisgénero es absolutamente indiferente.

Pero claro, es que toda esta generación, hijos de los criados por la moral franquista, ha aprendido en su mayoría a base de ensayo y error. Partimos de la base de que durante ese franquismo la sexualidad era tabú. La única fuente de conocimiento al alcance de todo eran los libros, y precisamente en de sexualidad, incluso algo más recientes, se encuentran fragmentos que a día de hoy resultan tan preocupantes como irrisorios, y aún así había curiosas excepciones dentro de la ficción que se saltaban la censura, como el hecho de que uno de los miembros de un texto que muchos baby boomers habrán tenido de lectura de cabecera, “Los Cinco”, Jorge, se trata de un paradigma de transexualidad una saga de libros de los años 40.

Los cinco, de Enid Blyton
Los cinco tenían un personaje trans

A la transición también le debemos mucho en lo que a la liberación sexual se refiere. Gracias a la liberación cultural y la movida, surgieron iconos como McNamara, Bibi Andersen o Almodóvar que revolucionaron la expresión artística a la vez que visibilizaban y empezaban a normalizar colectivos que hasta la época habían sido no solo mal vistos sino ilegales.

Todo esto sin contar con que la copla más tradicional contaba con estrellas internacionales como Rocío Jurado, además de ser mujeres absolutamente empoderadas, apoyaban abiertamente a estos colectivos. Es algo importante, porque eso permitió un acercamiento de estos colectivos a la España más conservadora en término de tradiciones o religión, que quizás estando más desentendida de toda la transgresión asociada a la movida, a través de la naturalidad de los comentarios de Jurado se conseguía la validación (o por lo menos la aceptación) de un colectivo muy maltratado por la época.

La cuestión y el punto de toda esta divagación viene a santo de que por mucho que nos quede por avanzar y por aprender, también es importante mirar hacia atrás y ver los pasos que ya hemos dado, y que han dado nuestros padres y abuelos para llegar hasta donde estamos a día de hoy en España a nivel de conciencia sexual, además de recordarnos que los pasos dados son para admirarlos y no para desandar el camino. 

Imagen de portada: eldiario.es

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