Y si te invito a una copa y me acerco a tu boca…quizá te salgas con la tuya, pero a la hora de la verdad lamentarás haberte tomado esos tragos de más. El sexo no se lleva muy bien con ninguna droga, y el alcohol no deja de ser una de ellas, por mucho que reciba la etiqueta de blanda. Este tipo de sustancias produce en el organismo una reacción indeseada si lo que le sigue a la bebida es una relación sexual.
Sin embargo, la experiencia de los habituados a beber y al coito posterior puede no ser tan negativa, ya que uno de los efectos de Baco en el cuerpo es la desinhibición, que la vergüenza se quede en casa y que ligar no sea una utopía. Eso es cierto, sí, ya que el alcohol es una forma de olvidar prejuicios y tapujos y permitir que la noche sea salvaje. Pero no todo puede ser perfecto, ya que esta pérdida de pudor no se traduce en un mayor rendimiento sexual, sobre todo en productos de alta graduación, pues la cerveza y el vino no son tan negativos.
Pérdida de la erección masculina
Los varones que se pasan con las copas y luego tienen que cumplir en la cama pueden ver cómo lo que se prometía un polvo feliz se convierte en una pesadilla. El alcohol es un inhibidor del sistema nervioso autónomo, que tiene la función de posibilitar las erecciones. Y sin erección no hay gloria, la penetración se hace complicada, generando así el disgusto en el chico y el lamento femenino. Pero, más allá del lamento del momento, una reiteración de problemas de erecciones se puede traducir en que el hombre se preocupe, que la psicología entre en juego y se puedan vislumbrar disfunciones.
Como cada persona es un mundo, hay chicos a quienes la bebida del provoca eyaculación retardada a causa de la disminución sensorial que implica, esto es, mayor duración coital pero sin llegar al orgasmo. Esta mezcla no favorece en absoluto lograr cumplir en el momento del sexo, sino que llegan nuevamente las preocupaciones y la desconfianza en la propia sexualidad.
Ya lo decía Shakespeare, que aunque el alcohol aumenta el deseo, castiga el desempeño, y vaya si es cierto. Ese embotamiento y endormecimiento que causan unas buenas copas pueden ser muy traicioneras si la noche se ha saldado con captura.
Pérdida de lubricación femenina
No son pocas las mujeres que estiman que unos tragos espirituosos elevan su deseo sexual como el más potente de los afrodisíacos, y efectivamente puede ser cierto, como ya se ha dicho, que la libido repunte, si bien la respuesta hormonal y fisiológica no lo hace. Los licores afectan a los procesos de excitación del organismo, implicando que la vagina no tenga la humedad suficiente y provocando demasiada insensibilidad genital como para que el coito sea totalmente placentero.
Aunque esta parte del cuerpo, afortunadamente, no se vea perjudicada por la bebida, el sistema nervioso no huye así como así de la torpeza que el consumo alcohólico acarrea. De esta manera, se tarda más tiempo en que los estímulos hagan su trabajo y que el orgasmo, si se alcanza, sea más rutinario que gozado, ya que también se aminora y es más una descarga nerviosa que el torrente de placer que tiende a ser este momento de éxtasis.
Alcohol y riesgo
Las copas no son solo garantía de mayor socialización, de hacer nuevos colegas o incluso conseguir no dormir solo esa noche. La otra cara de la moneda es que esta euforia no se vea controlada en el ámbito sexual, ya que el alcohol provoca una mayor pérdida de control y que la compañía no siempre sea la deseada, y que tampoco lo sea la ejecución.
Los hombres y mujeres que se valgan de los efluvios bacuos en la noche pueden acabar en brazos de quien no quisieran sin haber bebido y, además, aceptar prácticas que la sobriedad negaría rotundamente. Es especialmente el caso del uso de protección contra embarazos no deseados o ETS, que en el éxtasis del goce se puede dejar de lado y ya lamentarlo no solo al día siguiente, en plena resaca mortal, sino durante toda la vida. Una noche de excesos puede significar años de arrepentimiento. Así que… ¿te vas a pensar dos veces pedir esa copa?