Dentro de las no pocas opciones del ser humano para disfrutar del sexo, hay muchas que han sido catalogadas como extrañas. Ya sea porque se alejan del clásico misionero o porque introducen nuevos elementos a la escena íntima, no dejan de sorprender cuando se comunica esa afición en la barra de un bar.
Una de estas prácticas poco habituales, aunque de las más conocidas por sus características, se llama urolagnia y se apellida lluvia dorada para aquellos poco familiarizados con los latinajos. Esta parafilia implica que la orina entra en las relaciones sexuales, aunque cada persona afín a esta acción puede tener sus respectivas preferencias.
Esta fantasía conlleva que, en caso de realizarse en pareja, una de las partes micciona sobre la otra, en una especie de juego de rol: hay a quienes les gusta orinar sobre los otros y viceversa. El caso, al fin y al cabo, es que haya consenso entre los intervinientes.
En los casos más extremos e incluso desagradables para el lector medio se implica beber la orina de la otra persona, sin que tenga que ver que sean hombres o mujeres. La golden shower es uno de los no pocos elementos sexuales o parafílicos que se pueden desarrollar en un encuentro de BDSM, pues hay cierta sensación de dominación o verse dominado en función de quién vierta su orín sobre la parte pasiva. La versión alejada del sexo como tal implica que la persona urolágnica se excita cuando ve a otra persona hacer aguas menores.
Para aquellos que crean que las sociedades han caído en una espiral de perversión, depravación y golfería, hay que destacar que este hábito sexual no es cosa de la época actual. Los griegos, siempre a la vanguardia en estos menesteres, cuentan también con una rica mitología. Según rezan sus leyendas y relatos históricos, Zeus trataba de seducir a Danae. No lo tenía fácil, no obstante, ya que su amada se hallaba encerrada en una jaula a la que nadie podía acceder.
¿Y qué hizo el todopoderoso dios? Se convirtió en lluvia dorada para adentrarse en la prisión de la susodicha y, en un alarde de acierto -para algo es el mandamás del Olimpo-, dejarla embarazada de Perseo. Este, tiempo después, pasaría a la Historia por cortarle la cabeza a la temida Medusa. Pero eso es otro cuento ya.
Seguridad sexual parcial
Los practicantes de esta parafilia pueden esgrimir, si se les ataca por ella, que con este tipo de gusto no se exponen a embarazos no deseados o a enfermedades de transmisión sexual. Es cierto, dado que no coinciden los genitales como tal, aunque la lluvia dorada no es absolutamente pura en este sentido.
La uretra o la vejiga, que forman parte del aparato urinario de ambos sexos, albergan también no pocas bacterias, así que con el contacto del pis se puede transmitir algún tipo de infección. En el peor de los casos, aunque no por improbable se convierte en imposible, se puede incluso contraer Hepatitis A o B a raíz de la urolagnia.
En el capítulo de malas noticias, una persona que porta el VIH no propagaría el virus si no mantiene encuentros sexuales, aunque si su orina contiene sangre y llega al organismo de la otra persona, existe esa posibilidad. Además, los químicos que contiene la micción puede acarrear alguna reacción alérgica o erupciones en la piel.
En definitiva, esta parafilia es una opción más para disfrutar de una vertiente algo alejada del sexo, pero no por ello lejano. Cada cual obtiene placer a su manera, sea más habitual o menos frecuente, y es respetable igualmente siempre que haya consenso, respeto y equidad en la cuestión sexual. En este caso, la lluvia dorada no deja de ser una vía más para disfrutar. Para algunos será asquerosa y para otros excitante: el caso es que quienes lo lleven a cabo lo disfruten con salud.