A quien inicie este artículo es busca de una nueva receta para el arroz hemos de decirle que se va a llevar una grata sorpresa. Aunque nunca esté de más una buena ración de arroz con dos huevos y un plátano -una salchicha está bien para los más carnívoros-, no van por ahí los derroteros. La cubana no es solo una posibilidad gastronómica, sino una variedad sexual digna de incorporarse a tu Kamasutra particular.
Efectivamente, la expresión «hacer una cubana» procede de este tipo de plato, que el lumbreras de turno decidió distribuir de la siguiente manera los ingredientes: el arroz de base, los dos huevos en cada lado y el plátano en el medio. Sí, una representación fálica en toda regla que se llevó a la cama y no precisamente para comer.
En esta práctica son fundamentales dos componentes elementales: los pechos de una mujer y el pene de un hombre, aunque este puede sustituirse por un dildo si la actividad no es heterosexual. El caso es que el miembro viril se introduce entre los senos de tal manera que la fricción, a modo de penetración, acaba generando una enorme sensación de placer no solo para la parte masculina.
Aunque pueda parecer que en este caso la mujer tiene un rol secundario, lo cierto es que ellas también pueden disfrutar de una cubana. Dado que los pechos son los protagonistas, la fémina ve cómo esta zona tan erógena de su cuerpo es fundamental para el placer, puesto que este no solo reside en los genitales. Cómo no, la suave piel del busto femenino es una delicia tanto para el hombre que lo recorre como para su propietaria, que experimenta gran excitación.
La cubana en acción
El llamado coito intermamario por razones más que evidentes se puede hacer de dos maneras. En la primera de ellas, el varón permanece tumbado con el pene enhiesto y es su acompañante quien, apretando sus pechos con las manos, los frota contra la erección y, con los movimientos pélvicos del varón, se consigue la impresión de que en realidad se está adentrando en una vagina.
La otra baza, todo en función de la comodidad de los implicados, es que sea ella quien se tienda en un lecho y el hombre lleve más la iniciativa. La mujer junta sus senos con ambas manos y en el espacio de entremedias se introduce el sexo masculino, metiéndolo y sacándolo hasta que llega la eyaculación, momento también de gran éxtasis y disfrute para ambos elementos. Ya que el varón ha culminado, no es mala idea ayudar a su pareja a hacer lo propio. Es cuestión de justicia al fin y al cabo.
De vuelta a la cubana, un buen consejo es el empleo de lubricantes o aceites para que la fluidez de la penetración intermamaria no pueda dañar al pene. Entre la suavidad de la dermis de esa parte del cuerpo y la función del lubricante se alcanza una ola de placer para el hombre y la excitación de una mujer que ve cómo su pecho adquiere protagonismo fundamental en el acto sexual.
Para aquellas que quieran también un papel activo en la recepción de gozo existe la opción de ejecutar esta práctica de otra manera. No es otra que hacer un 69, la relación bucogenital se modifica parcialmente y, mientras la parte masculina practica un cunnilingus, la mujer coloca el miembro entre sus pechos para, de la misma manera que se ha comentado antes, simular la penetración y conseguir que la dosis de placer y orgasmos se pueda multiplicar.
Como curiosidad, la cubana no deja de ser una postura sexual, ya que recordamos que el sexo va mucho más allá de la unión pene-vulva. Aunque en España su nombre haga recordar a Cuba, en muchos otros países se la conoce como «la española», de modo que cabe preguntarse quién fue el pionero que bautizó el meter el pene entre los senos femeninos con el nombre de estos países.
Tanto si en tu dieta sueles incluir el arroz con huevos y plátano como si no te va demasiado, no olvides que desde Cuba -o España, según sea el caso- hay una receta que merece aparecer en tus libros de cocina. ¡A comer!