Hoy en El Sexo Mandamiento venimos a desmentir la concepción de la bisexualidad como una fase en el desarrollo sexual de una persona. Según la Real Academia Española, la bisexual es aquella persona que mantiene relaciones tanto homosexuales como heterosexuales.
Nos gusta la RAE porque generaliza en “relaciones”; pero concebimos la bisexualidad como “la capacidad de sentir atracción emocional, sexual, romántica y/o física por personas de más de un género y/o sexo, no necesariamente de la misma manera ni con la misma intensidad ni en el mismo tiempo”, porque hablamos de emociones y no hay que sentir exactamente lo mismo por un hombre que por una mujer porque, realmente, las orientaciones son fluidas. No es una cuestión de porcentajes sino de capacidad de sentir.
La realidad, la de la calle, la cotidiana, nos demuestra que cuando alguien ve a una pareja de hombre y mujer piensa automáticamente que son heteros, si son dos hombres, gays y, si son dos mujeres, lesbianas. No se contempla otra opción. No aparece siquiera en nuestro pensamiento. Y si lo hace, el otro arquetipo es el de “solo es una fase” al reconocimiento de una orientación homosexual.
Decir que la sexualidad es una fase no es el único error molesto al que nos tenemos que enfrentar: a menudo nos tachan de infieles, la gente cree que le tenemos miedo al compromiso y que estamos obsesionados con el sexo. A las mujeres se les tiende a caricaturizar para llamar la atención de la gente y a los hombres bisexuales, por el contrario, se les trata como si fuesen gays que no se atreven a salir “plenamente” del armario. Es curioso el desconocimiento que hay en torno a la bisexualidad teniendo en cuenta que formamos la mayor parte de la comunidad LGTB.
La bifobia se contempla hasta dentro del colectivo LGTB por parte de gays y lesbianas, aunque en menor medida. Esto es así porque parece que ser bisexual es como una excusa o un disfraz para no mostrar la verdadera homosexualidad, cuando la realidad es que existimos y nos gustan ambos sexos pero la dificultad de todo esto está en demostrar la bisexualidad.
Desde Freud, hemos encontrado varias hipótesis a lo largo de la historia que intentan explicar esta orientación sexual de distintas maneras:
- De nacimiento: Freud aseguró que el ser humano es bisexual por naturaleza, y que si la educación y los estímulos que recibimos durante el crecimiento eran los adecuados, nos convertiríamos en heterosexuales. Esa misma teoría explicaba que los homosexuales eran personas que habían recibido una educación errónea, y que los bisexuales eran simplemente unos “inmaduros”.
- Escala sexual: en la década de 1950, Alfred Kinsey propuso que el potencial homosexual y heterosexual de una persona se mezclan y se combinan a través de la educación, de la dinámica familiar, de la comunidad y de las primeras experiencias sexuales; y para medir esta orientación, propuso su escala de siete grados. En los extremos están las personas heterosexuales y homosexuales, en el centro las bisexuales y entre estos grupos se ubican aquellas personas que habían mantenido relaciones ocasionales distintas a la del grupo al que pertenecían. El problema de Kinsey es que en las encuestas sólo consideró bisexuales a quienes mantenían relaciones con personas de ambos sexos, si bien la actividad sexual no determina la orientación sexual.
- Infinitas posibilidades: en 1985, el investigador norteamericano Fritz KIein corrigió este error elaborando lo que denominó “rejilla de orientación sexual”, en la cual cada persona puede dividir su sexualidad en función de sus atracciones, conductas, fantasías, preferencias afectivas, autodefinición, conductas del pasado y del presente, etc.
- Homosexualidad encubierta: algunos sexólogos consideran la bisexualidad como un paso intermedio para alcanzar la orientación sexual definitiva. Por ejemplo, el norteamericano Kenneth Altshuler dice que esta conducta se presenta compulsivamente entre los heterosexuales hasta que aceptan su homosexualidad, ya que según este investigador, es imposible sentir igual atracción por ambos sexos.
- Más allá del sexo: una de las teorías más revolucionarias es la de los investigadores australianos M. Ross y J. Paul, quienes en 1992 sugirieron que tanto la homosexualidad como la heterosexualidad estaban muy ligadas al género o al sexo, justo lo opuesto a la bisexualidad. El resultado de su trabajo de campo les dio la razón: las personas que se declararon bisexuales aseguraron que para ellos la atracción es independiente del género o del sexo de la persona deseada.
En conclusión, la sociedad, los patrones de conducta y, sobre todo, los prejuicios, nos ven a los bisexuales en “fase desarrollo sexual” por llamarlo de alguna manera cuando tenemos muy claro lo que nos gusta, hombres y mujeres. Esta discriminación por parte de homosexuales y heterosexuales mantiene la invisibilización que poco a poco vamos disminuyendo entre todos.
Sin embargo, aún nos queda mucho trabajo, en gran parte por la concepción del binomio homo-hetero impuesta a la que nosotros plantamos cara porque no, esto no es una fase, ni una homosexualidad encubierta, ni vicio, ni no tener las cosas claras, es otra identidad sexual más y nos encanta.