Las fantasías, esas ensoñaciones sexuales que tarde o temprano deben cumplirse para no convertirse en frustración para aquel que las desea. Mantener sexo en el coche, en la playa, en espacios públicos, el anal, los tríos o, cómo no, convertir la ducha en un espacio específicamente concebido para, entre espuma, agua caliente y vapor, buscar el orgasmo y el cambio de rutina.
La ducha, escenario de la archiconocida duchaja y sinónimo muchas veces de espacio para la intimidad y la exploración sexual alejada de ojos indiscretos, puede aprovecharse ya no es singular sino en plural. El siguiente paso al onanismo que se vale de la espuma o de la alcachofa para disfrutar no es otro que compartir.
Sin embargo, esta zona del hogar no es como la cama, sino que requiere ciertas precauciones para evitar disgustos muy inoportunos. No se debe pensar que preparar el terreno de juego es una forma de cortar el rollo, sino un acicate más de excitación, el morbo de preparar una atmósfera perfecta para el encuentro sexual.
Cuidado, la ducha resbala
Como ya sabemos, este espacio es muy resbaladizo. Entre el líquido elemento y el jabón, así como la superficie del plato de la ducha, se forma una auténtica pista de patinaje. Para ello, una recomendación es cubrir el piso con una toalla. Aunque suene peregrino porque se empaparía, es una ayuda para que nadie se descalabre. Además, probablemente llegue el caso de que alguno de los intervinientes tenga que ponerse de rodillas, ya sea para el sexo oral o para el acto en sí, así que con la toalla se protege esta articulación de acabar enrojecida.
Otro de los aliados para el placer acuático es el lubricante. ¿Para qué hace falta lubricante con todo lleno de agua?, se preguntarán los más inexpertos. Fácil respuesta, puesto que este líquido dificulta la fricción y la naturalidad de la penetración, de modo que una buena ayudita no solo servirá para incrementar los estímulos, sino para garantizar la ejecución del sexo.
También hay que ser prácticos y tener en cuenta otros aspectos que no por ser ajenos a lo explícitamente sexual merecen menos atención, sino todo lo contrario. Uno de los ejemplos es el de la temperatura, ya que con el éxtasis del sexo se puede olvidar que el ser humano puede quedarse destemplado si, en plena desnudez, no consigue calentarse un poco. Para evitar tiritonas y constipados innecesarios, aseguraos de que el chorro cae por igual a ambas partes y, antes del acto, dirigidlo hacia las respectivas anatomías para que nadie pierda la excitación.
Ya de vuelta al erotismo, la bañera abre un jugoso abanico de preliminares diferentes a los que oferta el lecho. El pecho femenino se presta a mordisquearlo o acariciarlo con la lengua para aprovechar su suavidad multiplicada por el agua. Al enjabonarlo, se puede acariciar sensualmente y añadir algún pellizco, siempre útiles para dar algún que otro respingo. En cuanto al pene, la espuma es una gran alternativa para ayudar a masturbarlo y a mimar el perineo y los testículos.
La vagina, sin embargo, debe alejarse de los geles, ya que al ser interna, no es nada bueno que esos agentes externos entren en ella. Es un área tan sensible que es mejor que no reciba la acción de productos químicos, pues los artículos de higiene no dejan de serlos.
Las posturas más adecuadas
Antes de llegar al coito, el sexo oral es el amigo más indicado para preparar los órganos erógenos para lo que se les aviene después. La toalla antes citada recupera protagonismo para proteger a las rodillas y que sea la lengua la verdadera implicada, sin dolores ni incomodidades de por medio. Es esencial encontrar una posición cómoda para ambos, lleve el tiempo que lleve, para que no haya que interrumpir el tema por culpa de agujetas.
En función del tamaño del habitáculo hay unas posiciones más correctas para lo que viene a ser el coito. En el caso de los encuentros heterosexuales, si el escenario es la ducha, la opción más viable es que la fémina dé la espalda al varón, se recline y posibilite la penetración con el chico de pie. Como consejo, es buena idea encontrar puntos de agarre para que nadie se resbale y se masque la tragedia. Otra posibilidad es que, frente a frente, haya penetración con la pierna de la mujer algo levantada para facilitar el paso del miembro hacia la vagina.
Respecto a las bañeras, más amplias, se prestan a más variedad sexual. Además de poder hacerlo en pie, si el espacio es el suficiente puede llevarse a cabo el sexo a cuatro patas, con ella ofrecida a la penetración masculina, con el hombre de rodillas. En el caso de que la parte femenina lleve una mayor iniciativa, puede auparse sobre su compañero para montarlo y llevar el rumbo y marcar los tiempos.
Para los homosexuales, en el caso de los chicos sirven también las opciones del perrito y que el pasivo dé la espalda al activo. En el caso de las lesbianas, la flexibilidad femenina permite aventurar más posiciones o explorar posturas que, igualmente, pongan rumbo hacia el placer. Los dildos son idóneos para añadirle picante al asunto.
Como última recomendación, el látex de los preservativos puede causar algún problema con el agua. La solución no es no usar protección, sino todo lo contrario. En el mercado existen condones especialmente preparados para medios acuosos, así que no hay excusa. Si no se ve clara la penetración como tal, una buena reacción es utilizar la bañera o la ducha para crear ambiente, dar rienda suelta a los preliminares y ya, al salir de ella, que pase lo que tenga que pasar.