Ver o no ver, esa es la cuestión. En esto del sexo, la proactividad no es siempre la protagonista. Cada persona tiene un concepto de la sexualidad, de modo que no es de extrañar que haya a quienes les excite simplemente mirar cómo alguien realiza una actividad íntima o privada. Esta parafilia es el voyeurismo y no conlleva que quien la practica tenga que unirse al acto.
La palabra en cuestión proviene del francés y en castellano suele asociarse al término «mirón» en todos los sentidos. El más conocido tiene un componente sexual en forma de observar cómo alguien está desnudo o cómo otras personas realizan encuentros sexuales, si bien puede aplicarse a otros elementos de la privacidad de cada uno.
Desde observar playas nudistas desde la lejanía a incluso ver cómo otros hacen sus necesidades, el voyeurista se caracteriza por excitarse al adentrarse en el espacio ajeno, así como por la emoción de poder ser descubierto. La masturbación al presenciar esas acciones suele acompañar a las personas que llevan a cabo esta conducta tan indiscreta.
Voyeurismo con presencia masculina
Este tipo de espías suelen corresponder al sexo varón, dado que son los hombres quienes logran excitación de forma más rápida a través del sentido de la vista o del oído. Ellas tienen otros tiempos en este sentido. De este modo, la desnudez parcial o completa de quienes practican el voyeurismo suele acompañar las conductas compulsivas de estas personas, que muchas veces no pueden controlar su deseo de ver cómo otros tienen actos sexuales.
La inyección de adrenalina que supone para estas personas estar haciendo algo prohibido, pues vulneran el derecho a la intimidad de sus semejantes, los lleva a actuar sin poder controlar el impulso. Este desafío a la legalidad implica que la pornografía no sea considerada dentro de este tipo de espionaje.
Aunque el consumidor de cine X llega al placer personal y al onanismo a través de visualizar cómo otros individuos llevan a cabo actividades sexuales, el hecho de que no vulnere la privacidad de otras personas implica que no entre dentro del ámbito voyeur. Se entiende que una persona experimenta este trastorno cuando lo ejecuta durante más de seis meses. En caso de que esta práctica sea habitual, es importante que el entorno del sujeto afectado reaccione y pida la ayuda de un psicólogo o especialista para intentar reconducir esta parafilia.
Una cuestión que hay que reseñar especialmente es la relativa al desnudo. Al fin y al cabo, se sea o no voyeur, es habitual excitarse a través de ver un cuerpo sin ropa. Ahora bien, la diferencia radica en que en un encuentro sexual ordinario hay consentimiento entre las partes para contemplarse en la desnudez para, más tarde o más temprano, llevar a cabo el acto.
Por contra, el voyeurismo se basa en una actitud pasiva, que por mucho que vea a otras personas en ese momento tan íntimo no intentará formar parte del encuentro. Se excitará mientras lo presencia, probablemente se masturbe pero siempre desde una posición externa.
En el caso del dogging, en el que existen distintos códigos de actuación, es común que mientras dos personas disfrutan del sexo haya otros individuos que acudan solamente a mirar, sin intervenir en el contacto. A su vez, no es extraño que estas personas acudan a puntos estratégicos en los que saben que suele haber actividad sexual, como pueden ser los picaderos o playas nudistas, con la ayuda de cámaras de fotos o incluso pequeños prismáticos.
Fotografiar o grabar a personas anónimas manteniendo sexo es una forma más del voyeurismo, más aún si hay por medio catalejos o lentes que permitan que el espionaje sea aún más preciso. Las redes sociales, que permiten conectar a todos con todos, son nuevas vías que permiten el contacto entre estas personas e intercambiar información sobre dónde practicar su parafilia.
La solución paulatina radica en el tratamiento del trastorno con la ayuda de especialistas. Un voyeur no va a admitir que tiene un problema sino que son impulsos aislados a los que no puede dominar. Una vez más, es clave detectar lo ocurrido cuanto antes para poder reconducirlo y evitar que influya como no debe en el día a día.