Ha llegado el frío. El invierno es lo que tiene, dirán algunos, pero lo cierto es que las bajas temperaturas ya están haciendo de las suyas. Nieve, heladas, pistas de esquí llenas, aumento en la venta de gorros y bufandas… y que los testículos decidan ponerse a salvo.
El lector masculino bien sabe que sus gónadas tienen su propio mecanismo de defensa contra la crudeza invernal, y no es otra que replegarse y hacer algo parecido a «meterse para dentro». Este fenómeno no solo ocurre cuando empieza a refrescar, sino que los genitales masculinos hacen lo propio al sumergirse en agua fría o percibir una bajada notable de temperaturas.
Cómo afecta el frío a los testículos
En primer lugar, cabe decir que los testículos son una parte externa del cuerpo porque la temperatura óptima para producir espermatozoides es dos grados menor que la corporal, por mucho que pueda parecer que su temperatura es superior a la del organismo. Por lo tanto, si se enfrían realizan este repliegue automático en busca de mantener el calor, de modo que se aproximan al cuerpo.
El cometido del escroto es proteger a los testículos de cualquier amenaza exterior, desde impactos o golpes hasta el frío más gélido. Los hombres pueden apreciar en su propio cuerpo que es escroto se endurece y se redondea para formar una suerte de coraza que salvaguarde a la masa testicular de las bajas temperaturas.
El fin último es que la producción de espermatozoides mantenga su curso habitual. Como los movimientos testiculares se basan en la temperatura exterior y su comparación con la corporal, de igual manera que cuando hace frío se encojen para aprovechar el calor interno, en verano sucede todo lo contrario. Dado que la anatomía es más cálida, se amplían en pos de alejarse de esta fuente calorífica y mantener los ya mencionados dos grados de diferencia.
Con respecto al pene, dado que el secreto de la erección reside en el flujo sanguíneo, cuando se acentúa el frío y los órganos internos demandan sangre caliente para seguir funcionando normalmente, los vasos sanguíneos se contraen y hacen que el miembro viril quede en un tamaño inferior al habitual. A su vez, una parte del pene también se refugia para que el tejido graso que recubre el hueso púbico pueda perder calor.
En caso de que algún varón se sienta especialmente preocupado por el tamaño de su dote cuando llega el periodo invernal y el frío, lo más importante es asumir que es un suceso natural y beneficioso para los genitales masculinos. La Naturaleza es sabia y persigue un óptimo desarrollo de las funciones testiculares, que no son otras que producir espermatozoides y buscar la expansión de la especie.
A pesar de que basta con documentarse un poco o comentar este fenómeno con otros hombres, existen trastornos relacionados con la especial obsesión hacia esta reducción del tamaño pene. Se conoce como Síndrome de Koro y ocurre especialmente en el sudeste asiático. Aquellos que lo padecen piensan que su pene está menguando y que acabará en el vientre, sin llegar a percibirse y provocará su muerte. Esta enfermedad imaginaria e irreal puede tener terribles consecuencias, como que los afectados se cuelguen peso de sus gónadas e intenten estiramientos altamente peligrosos.
Por tanto, uno de los efectos secundarios de que lleguen los meses de frío es que el pene se repliegue y parezca que bajan sus dimensiones. Por este motivo, un buen consejo es seguir utilizándolo tanto como sea posible, darle compañía y evitar que se atrofie para que siga haciendo lo que mejor sabe hacer.