Viendo las últimas celebraciones del día del Orgullo y la proliferación de banderas LGBTI+, da la sensación de que nos encontramos en un momento histórico donde todas las formas de sexualidad, identidades de género y comportamientos sexuales son admitidas por la sociedad. Cada colectivo tiene su bandera y está dispuesto a salir del armario.
Es más, si encendemos la televisión, la radio o leemos las revistas, parece que no hay ningún problema en aceptar a cada uno cómo es, que la sociedad está preparada y todo es tolerancia y buen rollo. Sin embargo los que pertenecen a esos colectivos saben bien los problemas que encuentran en la cotidianidad del día a día. Porque una cosa es la opinión “oficial” y otra los corrillos de las oficinas, los bares, los parques y hasta las puertas de los colegios.
¿Quienes somos los swingers?
Los swingers somos un colectivo que no aparece en las siglas LGTBI+, ni en las manifestaciones, ni siquiera en los programas de televisión que se llenan la boca con el poliamor. Tal vez, porque como dice una pareja amiga: “si todos fuéramos swingers no podrían hacer películas, series y realities interminables comentando que alguien le ha puesto los cuernos a su pareja”. Más que nada, porque los swingers no le ponemos los cuernos a nuestra pareja.
Para hacerlo breve diremos que una pareja swinger son dos personas que comparten su sexualidad con otros, independientemente de su orientación sexual. Sin entrar en consideraciones y como norma general, hablamos de un matrimonio (casados o no) que practica el intercambio de parejas, ya sea con una, dos o más personas, normalmente hetero, si bien hay un porcentaje bastante alto de bisexualidad, sobre todo femenina.
No es ponerse los cuernos, ya que para un hombre o mujer de una pareja swinger su mayor placer no es follar con montones de personas diferentes, sino ver cómo su pareja disfruta a su lado. Todas las situaciones vividas y fantasías cumplidas se trasladan a la relación de pareja, y potencian su sexualidad y complicidad hasta límites increíbles.
¿Por qué no salimos del armario?
Como colectivo los swingers no nos damos a conocer. Por lo general solo algunas amistades o familiares muy seleccionados saben que pertenecemos al mundo swinger. Tenemos una norma, no hablamos a nadie del intercambio de parejas si no sacan ellos el tema. De hecho, en los locales de intercambio la discreción es máxima y los teléfonos móviles se dejan en la puerta.
Pero el caso es que desde hace un par de años (al menos antes de la pandemia) parece que ser swinger se ha puesto de moda, se han interesado por ello muchas parejas, han proliferado las apps de intercambio, los clubs están bastante llenos sobre todos los fines de semana y por nuestra experiencia personal dando charlas y talleres en el Salón Erótico de Barcelona, podemos decir que las colas eran interminables y había gente que se quedaba fuera sin poder entrar. Hasta el punto de pasar la tarde resolviendo dudas de parejas novatas. Entonces, si todo esto estaba ocurriendo hasta hace bien poco, ¿Por qué nadie puede ir por ahí diciendo que es swinger?
Para responder a eso, hace unos meses hicimos una encuesta entre nuestros amigos y seguidores en las redes sociales, preguntando si la sociedad estaba preparada para que los swingers saliéramos del armario. Obviamente todos los que contestaron pertenecen a este mundillo. Y este fue el resultado: 23.2% que sí. 76.8% que no.
¿Qué nos dijeron?
La mayoría no pueden salir del armario, para algunos incluso es un problema confesar siquiera que tienen una sexualidad liberal, que son bisexuales o que acuden habitualmente a playas nudistas, y es que el entorno es muy importante, no es lo mismo vivir en una gran ciudad donde hay varios locales clubs y se puede ser anónimo, que en una localidad pequeña donde no existen dichos locales y casi todo el mundo se conoce. Pero hasta en los ámbitos más liberales, son muy pocas las parejas que se dan a conocer públicamente, incluso las más “conocidas” que organizan eventos liberales mantienen una gran discreción.
El entorno de trabajo siempre es un problema y es curioso porque en el mundillo convivimos personas de toda clase y condición social, desde camareros a altos ejecutivos, pero todos coinciden en que les podría perjudicar en su vida laboral. El ámbito familiar es otra cosa, hay quienes tienen familiares que lo podrían entender y quienes saben perfectamente que los tildarían de depravados
Volviendo al principio, y hablando de la tolerancia de boquilla versus la vida real. Si en la puerta del colegio, en el parque, en el café, en la oficina, en el bar… Cualquiera de vosotros dijera que el pasado fin de semana ha estado follando con cuatro personas diferentes, ¿Que pensarían los compañeros? ¿Y si dijera que lo ha hecho todo delante de su pareja y el o ella han hecho lo mismo? Os imagináis los corrillos, los comentarios a vuestras espaldas sobre vuestro marido o mujer. ¿Vale la pena contarlo o es mejor seguir en el armario?
Autores: su&ni (pareja swinger). Twitter: @su_ni87 (ella) @DibujitosSUxNI (él). Instagram: su_y_ni. Imágenes: Área swinger del Salón erótico de Barcelona (Gente Libre).