La música esconde un poder entre sus melodías de una magnitud que muchos ilusos se han atrevido a cuantificar y ante el que las personas más sabias se han rendido para dejarse llevar. Un arma utilizada para multitud de fines pero entre los que destacan los sociales. Y es que una guitarra y dos estrofas incendiarias siempre han sido un buen germen para cualquier intento de contracultura. Más en manos de mujeres, y sino que le pregunten al punk, género musical al que tanto se le debe y que, por desgracia, cada vez está más denostado.
Si se consiguen dejar de lado esas barreras de estilo e imagen estridentes en las que una cresta de color y unas Doctor Martens invitan a muchos pensar en nada bueno, se podría empezar a comprender que el punk, hecho a sí mismo en la década de los 70, lleva luchando contra los estigmas sociales desde que aprendió que la conciencia se despierta con ruido.
Y, como no podía ser de otra manera, el feminismo encontró en el punk el mejor cauce para canalizar sus reivindicaciones de género. Fue hace no tanto, a principios de 1990, cuando surgió el movimiento Riot Grrrl. Un despertar cultural que se propuso visibilizar la idea de que el hecho de que si la música, y más en concreto el rock y sus variantes, era un mundo de hombres se debía a que las mujeres tenían casi vetada su presencia.
Pueda parecer que veinte años son suficientes para ir cerrando una brecha de la que no ha parado de manar sangre, como si de la regla eterna se tratara, pero el tiempo solo ha hecho que esa desigualdad sea mayor. Y no son apreciaciones interpretativas, son datos cuantitativos que se reflejan en eso que tan de moda se ha puesto en los últimos años: los festivales de música -esos en los que cada vez se va menos por la música y se pagan más de 100 euros por un camping y cuatro días de fiesta, pero ese es otro cantar-.
Por suerte, hay heroínas y héroes de a pie que, animados por la densa espuma de la cerveza y por un espíritu combativo que se refuerza en grupo, han realizado un trabajo de campo consistente en revisar los grupos que forman los carteles de gran parte de los festivales españoles. Una disección pormenorizada que ha sacado a la luz las vergüenzas de unos escenarios en los que sobra testosterona.
Es lo que se extrae del trabajo llevado a cabo por la iniciativa sevillana Territorio de Nabos, un grupo de trabajo formado por una decena de personas amantes de la música y habituales de los festivales que un día vieron que en el Territorios Sevilla la presencia femenina era ínfima. Y en ese momento es en el que se prendió la mecha.
Sin mujeres, no voy
Así, una vez pasado el verano y con ello la temporada alta de festivales -a veces es como ir a una playa de Benidorm- llega hora de dar luz para ver que la realidad nos grita que las mujeres siguen sin apenas espacio en las citas musicales, sean o no de referencia. Realmente los resultados asustan. La media que se desprende tras un total de 20 festivales estudiados es que el 7,69% de los carteles están conformados por mujeres solistas o bandas con presencia femenina.
Unos datos que contrastan con los presentados por el Ministerio de Cultura en septiembre de 2015 en los que se recogen que el consumidor tipo de cultura en España es “mujer, joven y con estudios”. Que no es que el género marque lo que debes escuchar, pero llama la atención que el público femenino sea el más consumista en este sentido y no se dé mayor cabida a las mujeres como generadoras de contenido.
Siguiendo con el estudio del recuento colectivo llevado a cabo por iniciativa de Territorio de Nabos se puede observar que la mayor cuota de mujeres en sus carteles la tienen festivales como el BBK Live o el Anfirock Sound de Isla Cristina, que no superan el 15% de presencia femenina. Si esos son los mejores datos, los peores son fáciles de imaginar. Y es que existen carteles en los que no hay ningún rastro de mujeres entre los artistas contratados. Se trata del Primavera Trompetera, el Tentacle Summer Fest, el Carpe Diem Festival o Electrónica en Abril en la Casa Encendida de Madrid.
Unos datos que sorprendieron a las integrantes de la propia iniciativa, quienes suponían que había poca representación femenina pero no se imaginaban que la diferencia era “tan enorme”.
Respuesta parcial a un problema global
Esta brecha de género en cualquier tipo de ámbito artístico lleva un tiempo siendo visibilizada, con mayor o menor acierto, y por ello han surgido respuestas que si bien no son las soluciones adecuadas, sí son una manera de empezar a concienciar.
Se trata de los festivales en los que el porcentaje de mujeres sobre los escenarios es del 100% y que pretenden visibilizar que ellas saben hacerlo tan bien o mejor que ellos. Son varias las propuestas entre las que destaca el She’s The Fest, que el fin de semana del 30 de septiembre y el 1 de octubre en Las Naves (Valencia) celebrará su segunda edición con la premisa de “divulgar el talento femenino en la escena musical nacional e internacional contemporánea, así como en otras disciplinas artísticas”.
Pero no es el único, ya que en lo local muchas veces es donde se encuentra la respuesta. Como es el caso del Potorrock. Un festival musical feminista y autogestionado de Valladolid que tiene como objetivo fomentar y visibilizar la participación de la mujer en todos los ámbitos de la creación musical alternativa. Bueno, que tenía, porque lamentablemente no habrá más ediciones, según aseguran fuentes de la organización.
Y seguro que las respuestas, aunque de ámbito local y con poca repercusión, por el momento, son más amplias y tocan todos los aspectos culturales como así pasa con la Bienal Miradas de Mujeres, el Festival Internacional de Poesía y Arte Grito de Mujer o el festival Cortos en Femenino.
Pero, ¿es esta la respuesta necesaria? Sí y no. Sí porque como medida para visibilizar el problema y luchar por esa desigualdad es un buen primer paso. Y no, porque la respuesta no tiene que ser hacer festivales de género, sino hacer una amplia oferta en la que todos estén representados. Es decir, que no sea necesario revisar el porcentaje de género, sea el que sea, de cada festival.
Por el momento, estudios como el realizado por Territorio de Nabos y festivales en femenino son tristemente necesarios para poner negro sobre blanco la realidad que nos rodea en un ámbito cultural donde las mujeres no tienen el espacio acorde a su relevancia, ni de lejos.
Y si de música hablamos, en El Sexo Mandamiento nos hemos tomado la licencia de elaborar una playlist en Spotify en la que las mujeres ponen todo lo necesario para hacer de este arma la mejor ni solo para evadirse o para disfrutar, sino también para luchar.