Melolagnia: cuando la música es tu amante

Las parafilias son un patrón de comportamiento sexual en el que la fuente de placer no es la relación en sí. Estas parafilias pueden tener la fuente de satisfacción en objetos, situaciones, actividades y casi cualquier cosa que se os pase por la imaginación. La melolagnia, en la que la música es más que una pasión, es un claro ejemplo. 

Hay algunas más conocidas como la zoofilia, el fetichismo o el exhibicionismo y otras que cuesta creer como la autoabastofilia: en la que el estímulo es estar o volverse cojo. En este caso os vamos a hablar de una parafilia que, aunque es poco conocida, no supone un comportamiento especial ni nada que consideremos «raro». 

La melolagnia se forma del prefijo griego melo (música) y el término lagnia (placer). Esta parafilia no significa que obtengamos placer al tener relaciones sexuales con música de fondo, ni siquiera es necesario que interaccionemos con otra persona. La melolagnia se considera una parafilia sexual en la que se encuentra placer simplemente escuchando música.

Melolagnia

Si eres melómano seguro que hay canciones que puedes escuchar una y otra vez, incluso sientes mariposillas en el estómago, se te pone la piel de gallina o te emocionas hasta el punto de llorar. En este caso, si sufres melolagnia a ese tipo de sensaciones más o menos comunes se suma la excitación sexual.

Melolagnia para todos los gustos

El tipo de música que origina este placer es tan diverso como la persona que lo sufre, puede ser una pieza compuesta por Bach o el último éxito de su grupo preferido, e incluso ambas. No importa el estilo ni el ritmo,  pero según un estudio de la Universidad de Sussex, las canciones con mayor variedad de acordes y ritmos más complejos nos provocan mayor sensualidad. 

Apenas hay información sobre esta parafilia sexual, no hay mucha gente que se atreva a hablar de este tipo de cosas por miedo a ser considerado un bicho raro. Sin embargo, como ya hemos visto, el obtener placer a través de la música no supone ningún problema ni un riesgo para nuestra salud como otro tipo de parafilias.

Además, podemos disfrutar de la melolagnia en cualquier momento y no necesitamos interactuar con otro ser humano para experimentarla, simplemente dándole al play de un reproductor musical obtenemos la fuente de placer. El hecho de excitarnos con la música implica que podemos sentir esta excitación de forma no premeditada, sin buscarla. Imagina que estás en un concierto, en una discoteca o en una fiesta y ponen esa canción que activa tu sensualidad, ¿podrías disfrutarla o te sentirías incómodo?

Aunque pueda parecernos una parafilia propia de este siglo podemos encontrar una primera referencia en el texto de William Shakespeare «Noche de reyes» escrito en el siglo XVI. En esta obra se describe un caso de melolagnia:

Si la música es el alimento del amor,

¡toquen! Denme de ella en exceso, pues saciándome

quizá se hastíe mi deseo y muera.

¡La melodía otra vez! Su cadencia se apaga.

Ah, llegó hasta mi oído como el dulce son

que al soplar sobre un campo de violetas

roba y trae su olor. ¡Basta, no más!

Ya no es tan dulce como antes.

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